martes, 31 de marzo de 2009

Termómetro

No se si es el frío que ataca desde lo exterior, pero despierta a ese otro frío que se encuentra en lo profundo. Es el frío que, al contrario del primero, hace caso omiso al abrigo que proporciona una campera, polera, bufanda, y a todas esas prendas que nos hacen ver a nosotros como equecos andantes. Es el frío que te llama desde un lugar al que no podemos localizar ni en tiempo, ni en espacio y que los médicos (de esos que se la tiran de buenos) tratan de encontrar con expediciones frustradas a través de oscultamientos baratos. De ese frío hablo, se entiende? O mejor dicho... me explico? Quien no lo haya sentido nunca, que arroje la primera piedra!
Analicemos ahora el motivo de este suceso personal de descenso de la temperatura anímica... Motivos no faltan, pero tampoco sobran. A no victimizar los hechos, digo. Si pudiera pensar que después de este tiempo ya el hecho se ha vuelto costumbre..., pero cuando uno lo encuentra y le dice "¡Piedra Libre!" a la repetición de una vida, es difícil volver a ponerse en la actitud del avestruz, aunque se muy bien que no es imposible. ¿Será acaso que el frío nos lleva a encerrarnos y encontrarnos con nadie más que nosotros mismos?. Dios sabe que no le soy ajeno a la actividad, pero es también testigo de las reflexiones extraídas, del mascullar que ya nombré, de lo mal que se la pasa, así que tras un consenso con mis distintos estados personales, concluímos en no volver a lo mismo. Pero siempre está el emo, al que le encanta repetir eso a lo que todo mi ser le escapa. Maldito mi yo-emo. A él le gusta el frío, las tardes de café con radio de fondo, esa música que sólo la puede escuchar alguien en un estado neurótico al punto de escaparse de la vida antes de tiempo, esas películas dramáticas donde el final es aún más desgarrador que el desarrollo mismo. Fácil sería culparlo y desterrarlo de mi psiquis.
...
Y tu lejanía en esa falsa cercanía...
ah la mierda como jode.

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