martes, 6 de abril de 2010

Estaciones

Nos encontramos en los albores del VERANO. Uno en el que desvelamos los nombres y una que otra imagen por el espacio cibernético. Uno en el que dicho significante otorgado al nacer (e incluso antes) fue el disparador de infinitas imágenes hipotéticas en el que todo era posible. El calor incentivaba la recreación, la lejanía favorecía la producción y el deseo alentaba la búsqueda. Así pasaron varias semanas hasta que por arte del destino, se cruzaron los caminos (de manera tan causal/casual). Así juntamos las vías del tren para buscar un destino, sino común, similar. Y de esta manera dimos paso a un OTOÑO, uno donde la ironía del destino se hizo tan fuertemente notar, y el maquinista buscó dividir las vías en cuestión. Así intenté rescatarte, sobre todo en mi mente, para manipular (quizás maquiavélicamente) la cuestión... cualquier mala intención, discútanlo con mi inconciente. Así, la estación encargada de deshojar los árboles y teñir la ciudad de un marrón artístico, fue la encargada de hacer el trabajo fino citado. Así entramos al INVIERNO, donde te miré desde la vereda del frente y fui testigo principal de tu destino... y del mío. Así transcurrimos por los fríos meses, entre sospecha, mirada y relampagueo furioso. Pero nada más. Ya se dijo que a uno hay que culparlo por lo que hace... y nada. La PRIMAVERA no se diferenció del Invierno nada más que en unos cuantos grados centígrados de mas, pero el resto se mantenía en la normalidad, la maldita normalidad. Hasta el otro VERANO, en el que las vías se descarrilaron, el maquinista se descompuso, y la ciudad entró en caos... y yo en pánico escénico. De vuelta al mismo rodeo inútil, de vuelta a las puertas cerradas, a los abrazos monosingulares. De vuelta a lo mismo. De vuelta al.. mascullar? Y ahora, de nuevo las vías se descontrolan, todo a la locura, a la mala locura. La única que conozco, al menos al momento.
Todo esto entre ambos. Sin que lo percibas. O que maliciosamente lo hagas.
Perdón. Esta entrada puede ser eliminada.
Pero no pueden negar cierta belleza literaria, verdad?


Se llamaba Soledad y estaba sola/ De Esperanza no tenía más que el nombre/ Se llamaba Inmaculada aquella puta

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